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El casco urbano de este pueblo hace gala de una escenografía capaz de trasladarnos a otras épocas. Puede que el viajero, al transitar sus calles empedradas, se sienta inmersa en una villa medieval, sin embargo, la tramoya de Buendía responde a los preceptosde la modernidad, a un Renacimiento y un barroco que no pudieron diluir el personalisimo encantode esta localidad. Los restos de un importante castillo y su muralla si que hunden sus raíces en el tiempo de guerras en las que no se hacían prisioneros, pero exigen del viajero un imoprtante ejercicio de imaginación. Franqueando los restos todavía visibles de la que debió ser la puerta principal de esta muralla, llegaremos hasta la encantadora Plaza Mayor, bellamente porticada y compuesta, por Ayuntamiento, la Cámara del Duque y la majestuosa Iglesia de la Asunción, que no guarda la tradición de colocar su acceso principal en la fachada sur, sino que se vuelve al norte para poder gozarse de tan pintoresca plaza. Contrastando con el espacio anterior, encontramos la sobriedad y la austeridad de la Casa Tercia ó Pósito Pío, que en su anterior nos devuelve a los tiempos cercanos, en que los carros eran el habitual instrumento de transporte o de trabajo, ya que está convertida en Casa de Cultura y Museo del Carro